En las últimas semana ha surgido un intenso debate acerca de si es posible mantener en la misma coalición política a los partidos demócrata cristiano y comunista y, con ello, dar sobrevida a la Nueva Mayoría mas allá del término del actual gobierno. Cuatro razones dan cuenta de la dificultad de mantener una alianza DC-PC.
Son conocidas las diferencias ideológicas irreconciliables entre ambos partidos. Mientras el PC es un partido marxista, autodefinido de clase (proletaria), que busca reemplazar el mercado como mecanismo de asignación de recursos por una economía centralmente planificada, que aspira a implementar la dictadura del proletariado dirigida por el PC; la DC es un partido que se inspira en el Humanismo Cristiano y la Doctrina Social de la Iglesia, que se autodefine como pluriclasista, que proclama la vigencia de una economía social de mercado, que asume la democracia representativa como forma de gobierno y que, por tanto, repudia toda forma de dictadura.
Estas diferencias ideológicas han llevado a fuertes disputas políticas entre ambos partidos a lo largo de la historia. Es conocida la declaración de Luis Figueroa, Secretario General y luego Presidente de la CUT, expresando la posición del PC hacia el recientemente electo Presidente Frei Montalva, al señalar que “a este gobierno le negaremos la sal y el agua”. Luego, con motivo de la campaña presidencial de 1970, Luis Corbalán, Secretario General del PC, diría “con la DC nada y con Tomic ni a misa”. Por su parte, la DC fue un enconado adversario del gobierno del Presidente Allende y la Unidad Popular, que incluía al PC como una partido eje de esa coalición política.
La mantención de una alianza política entre estos dos partidos tan disímiles genera altos costos políticos para ambos. El PC está siendo desafiado desde la izquierda por variados movimientos que lo amenazan con quitarle una parte importante de su tradicional apoyo electoral.
La JJCC ha perdido altas cuotas de representación en las federaciones estudiantiles universitarias que han ido siendo capturadas por sectores anarquistas, izquierda autónoma y similares. En el plano nacional, la convergencia de ex lideres estudiantiles de izquierda no PC, MAS, izquierda cristiana y ex socialistas hacia la conformación de un frente amplio es un síntoma adicional del costo que enfrenta el PC por su alianza con la DC. Para la DC, moverse hacia la izquierda le ha significado la pérdida de importante votación, que cifras relativamente consensuadas estiman en algo más de un millón de votos. Adicionalmente, la alianza con el PC le ha significado a ese partido una notoria división interna.
Una cuarta razón, que es la consecuencia de las anteriores, se relaciona con la efectividad del gobierno. Una coalición de gobierno integrada por partidos con visiones ideológicas tan contradictorias y objetivos políticos tan marcadamente opuestos lleva necesariamente a instalar un conflicto permanente acerca del rumbo que debe tomar la acción del gobierno y, por tanto, a que este pierda coherencia.
Aunque en un sistema hiperpresidencialista, como el chileno, la figura presidencial tiene las atribuciones formales para ordenar y conducir la acción gubernamental, la dinámica política del acto de gobernar lleva a que el(la) Presidente(a) deba estar permanentemente arbitrando las disputas, que pueden llegar a ser intensas, con el correlato de la insatisfacción de aquel partido no favorecido con la decisión.
Ello no sólo implica pérdida de coherencia del gobierno, sino también un severo daño a la efectividad del gobierno, lo que tenderá a traducirse una evaluación negativa de la imagen presidencial. Bastante de esto hemos visto en el último tiempo en Chile.
Estas cuatro razones plantean una severa dificultad a la mantención de la alianza entre comunistas y demócrata cristianos y, por consiguiente, a la subsistencia de la Nueva Mayoría más allá del término del actual gobierno.
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